Luciérngas - Sincronía

Por: Celta y Eris

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    ★Luciérnagas//Sincronía★
    Luciérnagas; Verano de 1978.
    Relato Por Celta

    “A veces me pregunto cómo es que funciona la amistad...”


    (...)Quiero decir, mi amiga y yo habíamos coincidido en el orfanato y aun así fue hasta que entramos a Hogwarts que realmente nos conocimos, en medio de risas y confusión por seguir a la otra cuando ninguna sabía dónde estaba.

    ¿Cómo sucedió? ¿Cómo fue que esto terminó en una amistad donde a veces no es necesario decirnos absolutamente nada para saber que piensa la otra?.

    Es verdad que tenemos innumerables diferencias entre ambas, al punto en que cualquiera pensaría que no congeniamos pero, las coincidencias nos hermanaban... Ambas ingresamos a Wool en la misma temporada, entramos a Ravenclaw y fuimos adoptadas tiempo después, incluso nos aceptaron en el equipo de quidditch de la casa bajo el mismo puesto pues la complicidad nos hacía excelentes jugadoras.

    Todo esto obviamente nos volvió inseparables, a tal punto que incluso en las vacaciones siempre intentábamos vernos y éste verano no había sido la excepción. Justo días después de haber regresado a nuestros hogares habíamos decidido tomar un paseo por lo que terminé de preparar mi mochila y salí de mi cuarto para esperar en el vestíbulo a mi papá quien quería acompañarme a buscar a Eris.

    Llevé ambas manos a las correas de mi mochila mientras el sonido de la grava comenzaba a hacerse presente a medida que salíamos de nuestro hogar. Una pequeña brisa nos pasaba mientras platicaba animadamente con mi padre, dándole a conocer nuestros planes y lo emocionada que estaba por este viaje. Durante todo el trayecto solo me escuchaba con una sonrisa en su rostro mientras caminaba justo a lado mío.

    Comenzaba a visualizar a lo lejos a esa chica de pelo morado que, al parecer hacía lo mismo que yo, platicarle sobre sus expectativas del viaje a su tío mientras nos esperaban. Al llegar a estar frente a ellos nos saludamos con un abrazo justo antes de que levantara ella su mochila para colocársela.

    —¿Lista? —le pregunté con una sonrisa que permitían a cualquiera de los presentes mirar mis hoyuelos y un tono de voz totalmente emocionado.
    -Totalmente.

    Nos despedimos de nuestras familias quienes nos deseaban suerte y sin mirar atrás comenzamos a caminar en dirección hacia la estación donde tomaríamos un bus que nos llevaría a nuestro destino.

    Era curioso como en todo el año nos habíamos visto cada día y aun así, teníamos tema de conversación como siempre.
    Durante el trayecto ella compartió conmigo un poco de duraznos con miel que había preparado, por mi parte decidí contribuir con un té helado que había decidido llevar. Al llegar a la reserva, los días pasaron tranquilos. Caminábamos por el prado, recogíamos flores, jugábamos en un pequeño arroyo o simplemente nos sentábamos a sentir el sol y ver el atardecer. Inclusive habían veces que nos quedábamos acostadas en el pasto a ver las estrellas y las pequeñas luciérnagas que nos rodeaban, tiempo después prendíamos una pequeña llamarada para entrar en calor pues el viento era algo frío, preparábamos una bebida caliente y disfrutábamos del momento, habían momentos en el que completábamos las frases de la otra...

    La mañana del último día que estaríamos de paseo ocurrió algo bastante extraño, todo ese tiempo que pasábamos juntas comenzaba a ser más evidente. Para empezar, nos habíamos vestido muy similar:

    —¡¡oye!!—dijimos al unísono cuando nos percatamos de aquella coincidencia. -¡¡Se parecen!!- concluíamos justo antes de soltar una carcajada.

    Al terminar de desayunar decidimos salir a caminar por la arboleda una última vez. atravesamos el pequeño arroyo y llegamos hasta un claro rocoso donde unas piedras gigantescas parecían estar acomodadas simétricamente. Al ver aquello nos miramos asombradas y comenzamos a explorar el lugar.
    Aquellas piedras tenían muchos grabados encima, unos más desgastados por el paso del tiempo que otros; el musgo brotaba de algunas hendiduras, y otras de ellas parecían brillar con el reflejo del sol. Esas piedras tenían un aura inexplicable, era como si te invitarán a trazar algo sobre ellas...

    Nos miramos con grandes sonrisas en el rostro y nos apresuramos a buscar algo con qué grabar sobre una de aquellas rocas... Del piso recogimos unas piedras más pequeñas y afiladas; parecía como si estuviesen ahí de mucho tiempo atrás, justo esperando a viajeros para inmortalizar su paso por aquel lugar. Comenzamos a trazar nuestras iniciales una junto a la otra, sin notar que era lo que la otra realmente estaba haciendo y al finalizar, nuestros rostros reflejaban la confusión que teníamos pues se mezclaban perfectamente, era extraño pero lindo a la vez. Tomé mi cámara que había llevado conmigo todo el viaje para tomarle una foto mientras que Eris se apresuraba a dibujarlo en una libreta que traía en la mochila

    Nos mirábamos sin decir nada, alternando la vista hacia aquél símbolo que al final habíamos creado y finalmente, volvimos a casa...

    Sincronía; Invierno de 1978.
    Relato Por Eris

    “Uno nunca sabe cuando el destino confabula para coincidir...”


    (...)Pone todos los componentes en orden y los sincroniza para que ocurran ciertas cosas. Aquella tarde me encontraba en el patio principal, sentada en una de esas bancas de piedra, con los apuntes de la clases en las manos; pronto serían los exámenes y quería sentirme preparada para todos ellos. Pero ese día por más que intentaba mantenerme enfocada, no conseguía tener la mente tranquila; estaba muy emocionada y feliz de poder mostrarle a Celta lo que había logrado hacer; había acordado reunirme con ella unas horas antes, y casi era hora de que llegara.

    Me recosté en la banca mientras tanto; mirando el cielo, pensando en el verano anterior, y en lo bien que la habíamos pasado en la reserva natural a la que habíamos ido de paseo:

    —¿Te imaginabas que el lugar sería tan hermoso? —me preguntaba mi amiga mientras contemplábamos el sitio, acostadas sobre el pasto—. ¡¡Mira!! Parece qué están bailando —concluía señalando unas luciérnagas que pasaban sobre nosotras en ese momento, y que habían dado un par de volteretas de forma sincronizada.
    —¡Qué lástima que tengamos que volver tan pronto! —me lamentaba mientras intentaba capturar algunos de aquellos bichos en un pequeño frasco, estirando las manos hacia arriba. —¿sabes? mañana deberíamos ir al otro lado del arroyo, no hemos explorado ese sitio —dije tras tapar la apertura del frasco, sonriendo victoriosa.
    —¡Sí! ¡debemos ir! —hizo una pausa inesperada —. Eres muy mala, ¡déjalas libres!—. Le hice caso, abriendo el frasco y dejando salir aquellas luciérnagas que volaron desesperadas generando un espectáculo hermoso a la vista.

    Al día siguiente caminamos por dónde habíamos acordado; pasando un pequeño puente de madera que parecía muy endeble y viejo; nos sumergimos en un bosquete espeso en el que apenas entraba la luz, haciendo que el verde de la vegetación se viera más intenso. Atravesamos aquellos árboles casi sin decir nada, mirándonos de vez en cuando para asegurarnos que la otra se encontraba bien, hasta que llegamos a un pequeño claro con unas piedras labradas que llamaron nuestra atención; eran muy antiguas, y tenían un musgo que brillaba con los rayos del sol; tenían muchos grabados encima, y era posible distinguir diversas épocas en ellos, a causa de la caligrafía y la profundidad que aquel musgo había logrado sobre ellas. No sé muy bien cómo ni por qué razón, pero de inmediato y sin decirnos nada sonreímos mientras buscábamos algo para tallar sobre aquellas rocas.

    Aquel grabado nos dejó sorprendidas, parecía como si nos hubiéramos puesto de acuerdo tan solo con la mirada para realizar aquellos trazos casi simétricos, muy similares a la danza de aquellas luciérnagas la noche anterior; tras algunos ajustes, logramos unificar los trazos y formar un símbolo con nuestras iniciales; en nuestras miradas se notaba que estábamos satisfechas con el resultado. Rápidamente lo dibujé en la libreta que siempre cargo conmigo para no olvidarlo; Celta tomó una fotografía, y volvimos a casa...


    Mientras pensaba en aquel fabuloso viaje, rebuscaba en la bolsa de mi capa, sacando dos dijes tallados en madera con aquel símbolo; eran idénticos. Recordé entonces el resto de aquel verano, cuando habíamos vuelto cada una a nuestra casa, y tras unos días dibujando el símbolo en mis libretas había decidido hacer una interpretación portable. De un pequeño tronco del patio, en casa, había rebajado con una navaja los bordes hasta darle la forma deseada; posteriormente, al volver a Hogwarts puse en práctica los conocimientos adquiridos durante el tercer curso, y había duplicado el dije original usando la runa Fehu, por tal razón cada detalle había sido copiado, incluso los errores de tallado y los raspones que le había hecho durante su fabricación. Aunque no eran perfectos, me sentía orgullosa y continuaba ansiosa por mostrarle a mi amiga.

    Tras unos minutos, al fin salió del castillo, saludándome desde la puerta; di un salto sobre la banca de piedra al escucharla, y me incorporé en seguida:
    —Ya me estaba quedando dormida — bromeé como de costumbre—; ¿cómo va todo?.
    —Ñeh... —dijo un poco desanimada.
    —¡Hey! tengo algo para ti — le dije al tiempo que terminaba de sacar los dijes a los que les había colocado unos cordones a modo de collar, y que se habían revuelto en mi bolsillo; los desenredé y extendí la mano para que los viera. Su semblante cambió de inmediato.
    —¡Están preciosos! —tomó uno, y lo observó por unos instantes para después colocarlo en su cuello— ¿Cómo los hiciste? Son igualitos —concluyó mientras seguía observándolo. Le expliqué el proceso y me entusiasme a decirle una idea que había tenido tras estar repasando los apuntes de runas antiguas.
    —Tengo una idea... —dije mientras sacaba la varita; apunté a mi amuleto y procedí a mentalizar claramente la Runa Ansuz—. Flagrate— conjuré trazando aquella forma con la varita al reverso de él. Al finalizar me concentré en mi amiga, en su amuleto y en una frase completamente random para probar: <<celta, quiero dufaznos>>. Aun apuntando con la varita la runa trazada, procedí a conjurar:
    —Do Runae —el hechizo impactó en la runa, haciéndola brillar por un instante. Me apresuré a tratar de comprobar si había funcionado—. ¡¿Funciona?! ¡¡Dime!!, ¿Funcionó? — le pregunté insistentemente, mirándola emocionada; ella, tras sujetar el amuleto, dibujó una sonrisa en su rostro para luego reír con tranquilidad mientras respondía:
    —¡Funciona!... Pero —se detuvo un momento—, por ahora no tengo dufaznos —Tras decir aquello soltamos una ruidosa carcajada y nos abrazamos. Pasamos el resto de la tarde estudiando, bromeando y platicando de cualquier cosa... siempre había algo de qué platicar...






    Edited by Eris Glint Darkrai - 8/8/2019, 19:06
     
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