Verano-Año nuevo(Navidad) 1991-1992

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    [Verano 1991] (II)

    Tenue luz que irradiaba del alumbrado público se proyectaba sobre las paredes rosadas de la habitación, creando formas difusas y fantasmagóricas. Me encontraba contemplándolas con fijación, tan concentrada en ello que cualquier cambio lo hubiera percibido.
    Hacía un calor demencial, de aquellos que se aferran al pecho y no te dejan alcanzar el sueño. Había probado encantamientos relacionados con agua o viento, pero el bochorno no daba tregua. Asimismo no era la única en la habitación: dos cuerpos más reposaban a mi lado y me parecía oír los descarados ronquidos de una de ellas.
    Me removí por décimo sexta vez en la cama, tratando de buscar en vano algún extremo que yaciera aún frío. Cogí la almohada, traté de girarla para tocar la cara que no estaba en contacto conmigo pero también se encontraba ardiendo. Suspiré pesadamente, admitiendo mi derrota. Si no hacía algo aquella noche sería mortal.
    Tratando de incorporarme para salir de la cama, una vocecita ronca me hizo detenerme:
    - ¿No puedes dormir?
    Se escuchaba soñolienta, pero enseguida vi como Paige se erguía y me miraba en la penumbra.
    - No.- respondí, retirando aún más las sábanas para poder moverme.
    - Yo tampoco.- reconoció. Sin esperar una respuesta, se levantó del colchón y se dirigió en donde se encontraba Yuli.- Está fritisima.
    Paige empezó a pasear el dedo índice por encima de su pómulo, haciendo que la bella durmiente se removiera levemente en su lugar al notar el cálido contacto.
    Yo también decidí levantarme para incordiar un rato a mi amiga, pero la visión que me regaló el exterior me hizo pensar en otro pasatiempo.
    - ¿Y si vamos a dar un paseo para airearnos?- pregunté a Paige mientras me giraba sobre mis propios talones.
    - Es un poco tarde.- contestó y prosiguió su jugueteo con Yuli. Ahora se encontraba pellizcándole ambos mofletes.
    - Tía, tienes que ver esto.- insistí, haciendo señas incluso con las manos.
    Viendo que no iba a dejar de solicitar su atención, se levantó del suelo y se puso a mi lado, pudiendo contemplar también lo que sucedía más allá de la casa.
    Sus ojos se abrieron como platos y su rostro solamente reflejaba asombro: El cielo, impregnado de bruma y manchado de destellos ígneos. Un gran llamarada parecía cernirse sobre el mundo.
    - Vamos.- dijo Paige sin dudarlo.
    Tras varios zarandeos Yuli se despertó malhumorada y calzándonos tan solo con las zapatillas de ir por casa salimos silenciosamente a la intemperie.
    En la calle, se escuchaba el rumor de vehículos y voces: el fuego era lejano. Cuando Yuli se percató por primera vez de la inmensidad rojiza que cubría la bóveda celeste se quedó horrorizada e hizo el amago de volver. Sin embargo, Paige y yo la convencimos para que se quedará. Le prometimos que nuestra intención era ir allí a ayudar, que aquel era un barrio muggle y probablemente necesitaban nuestro socorro. Así que tras nuestras palabras nos dirigimos hacía esa área, avanzando rápidamente gracias al uso de las varitas.
    En cuestión de cinco minutos ya estábamos allí y no podía ser más caótica la situación: había una casa que estaba siendo devorada por las llamas hasta los cimientos y en cualquier momento el fuego se extendería por las otras viviendas cercanas. Los bomberos avanzaban con paso veloz hasta el lugar, pero era casi imposible que pudiera salvarse algo. La clave era evitar la propagación del fuego y con mangueras y mucho esfuerzo lo estaban intentando.
    Fue entonces que decidí que era el momento de entrar a la acción.
    - Yuli, vigila este perímetro.- le ordené a la muchacha, que enseguida se puso tiesa al escuchar su nombre.- Paige y yo vamos a intentar ayudar.
    Yuli se veía temerosa, tanto por encontrarse de noche en la calle como por las circunstancias catastróficas que le rodeaban. Además, el hecho de quedarse sola no le hacía gracia. Pero tratando de mostrar valentía, asintió y permaneció en aquel lugar mientras Paige y yo empezábamos a avanzar en dirección a la casa más cercana… Pero no nos detuvimos en ella.
    __
    - Tía, tienes que ver esto.- insistí, haciendo señas incluso con las manos.
    Viendo que no iba a dejar de solicitar su atención, se levantó del suelo y se puso a mi lado, pudiendo contemplar también lo que sucedía más allá de la casa.
    Sus ojos se abrieron como platos y su rostro solamente reflejaba asombro: El cielo, impregnado de bruma y manchado de destellos ígneos. Un gran llamarada parecía cernirse sobre el mundo.
    - Conozco una casa- empecé a decir mientras Paige me miraba detenidamente.- en esa zona. Es de muggles y solo tienen su tipo de seguridad. Tienen mucho dinero, ¿sabes?
    - Vamos.- dijo Paige sin dudarlo y se aproximó de nuevo a Yuli con la intención de despertarla.
    __
    Dos batientes sumamente decoradas servían como entrada a la suntuosa residencia. Por sus dimensiones y su arquitectura externa debía ser una casa creada por un diseñador. La rodeaba una reja elevada recubierta de flores y enredaderas que dificultaban la visión del interior. Además, la distancia entre los barrotes era mínima así que era imposible acceder de forma normal a través de ellos. Por descontado, la remota posibilidad que unos magos deformaran aquellos hierros imbatibles no había pasado por la mente de los propietarios. Con un leve toque de varita, movimos los barrotes los suficiente para poder verter en el suelo del jardín un líquido dulce pero somnífero. Los perros guardianes, atraídos por la exquisita fragancia, se abalanzaron sobre él y lo consumieron en un santiamén. Dejando el suelo impecable, cayeron redondos y no ladraron en ningún momento.
    Con vía libre, acabamos de hacernos paso a través de los barrotes y entramos en el cuidado jardín, dotado de múltiples arboles frutales y setos.
    Una vez en la puerta de entrada de la casa, saqué mi varita y dije todos los encantamientos convenientes para poder apagar las alarmas: Una vez saltó la de la entrada, fue desactivada la de los salones principales y las habitaciones, no hubo temor para acceder en la propiedad.
    Con un mínimo contacto, la puerta de roble se abrió. Nos retiramos las pantuflas y con paso sigiloso accedimos. Guiadas por la luz que desprendía la varita, empezamos a observarlo todo e ir seleccionando que objetos parecían de valor: abrigos de piel encima de un baúl, estatuillas de oro puro, joyas, obras de arte originales,… Pero lo que captó mi atención fue una pequeña tara en la pared, como si no se hubiera acabado de realizar bien el estocado en aquella parte.
    Haciendo señas, indiqué a Paige que observará lo que acababa de encontrar. Ambas sonreímos, cómplices de nuestro hallazgo. Cuando me disponía a manipularlo, unos pasos ajetreados y un grito nos alarmaron:
    - ¿¡Qué hacéis!?- exclamó un hombre de mediana edad y tez impecable. El padre de familia nos había descubierto.
    Sin titubear, blandí la varita en su dirección y un destello surgió de esta. Lo siguiente que mis ojos vieron fue el hombre colisionando contra el suelo y golpeándose la cabeza en el acto.
    Ni un gemido de dolor, ni la respiración entrecortada, ni un latido acelerado.
    - Eli, creo que…- empezó a decir Paige, mirando horrorizada el que yacía en el suelo.
    - Abramos esto.- no le dejé ni acabar de hablar, puesto que tan solo quería coger lo que fuera que había allá dentro.
    Tras dos o tres intentos, conseguimos desmontar el mecanismo y abrir una pequeña caja fuerte colmada de dinero. Paige se dirigió a la cocina y trajo de la misma una bolsa enorme de basura opaca.
    - ¿Has tocado algo?- pregunté, dispuesta a ir a limpiar si afirmaba que sí.
    - No.- respondió ella y empezamos a rellenar la bolsa con los billetes.
    - ¿No vendrá la esposa a ver por qué tarda tanto su marido?- cuestionó Paige, mostrando un leve deje de temor en su voz.
    - No hay esposa en esta casa.- contesté yo, bastante consciente de como estaban las cosas en aquella unidad familiar. Mi hermana Madison me había estado poniendo al corriente durante el tiempo que no estuve.
    Una vez llenamos la bolsa no solamente con los billetes sino también con otros objetos de valor de la primera planta, no tratamos de recolocar o crear proyecciones de los elementos robados: eso tan solo delataría que habían actuado un grupo de magos y nos pondría en el punto de mira.
    Abandonamos el salón, pasando de largo el cuerpo de aquel desafortunadamente ricachón y antes de marchar modificamos los pomos y las entradas para que pareciera que habían sido abiertas a la fuerza.
    Cuando salimos de la casa y llevábamos un rato avanzando por una callejuela en dirección a donde se encontraba Yuli, hicimos funcionar el sistema de alarmas de nuevo y entonces empezaron a sonar todas al unísono y se escucharon gritos en la lejanía.
    Tras unos metros, allí estaba Yuli, parada en el mismo sitio pero con el pijama empapado en sudor. Una vez nos vio, nos sonrió con entusiasmo y enseguida sus ojos se dirigieron hacía la bolsa de plástico.
    - ¿Todo tranquilo?- pregunté yo, sonriéndole de vuelta.
    - Sí, ya han controlado el fuego.- respondió Yuli mientras se retiraba el sudor de la frente.- ¿Qué lleváis ahí?
    - Hemos logrado salvar unas cuantas plantas que estaban en peligro de quemarse.- respondió rápidamente Paige, alzando la bolsa.- me las llevaré a casa y las replantaré en la escuela.
    - Oh, ¡qué bien!- respondió Yuli, visiblemente emocionada. No le gustaban demasiado las plantas pero si le apasionaba hacer buenas acciones.
    - ¿Vamos para casa?- pregunté, mirando con complicidad a Paige.
    - Vamos.- respondió Paige y las tres nos fuimos con cinco millones de libras más a casa.



    [Año nuevo- Navidad 1992]

    Paige paseaba las yemas de sus dedos sobre las hojas de un antiguo volumen. Reseguía las líneas con fijación, leyendo con lentitud cada palabra plasmada en el papel. Tras una breve pausa colmada de duda, señaló un fragmento concreto del tumulto de texto.
    - 𝑮𝒆𝒐 𝒕𝒆𝒓𝒓𝒖𝒎 - dijo Paige mientras seguía con la vista clavada en el libro.- Hechizo que simula un terremoto, si se tiene mucho flujo puede hacer una grieta en la tierra.
    Yo asentí y tomé la varita sin dilación.
    - Realmente no lo necesitaremos.- afirmé con una sonrisa maquiavélica.- Allí todos están desesperados.
    Leí las palabras redactadas en el libro mientras agitaba con insistencia la varita. Un destello anaranjado surcó la habitación y culminó su recorrido en una pequeña maceta de la que brotaban tan solo unas endebles hojitas. Tras recibir el impacto, la planta empezó a relucir y surgieron diversas ramificaciones colmadas de rosadas alegrías. Sin duda, el amor dotaba de vida.
    Comprobando la efectividad del encantamiento, lo copié en un papel aparte y empecé a memorizarlo. Paige me observaba atentamente, con el libro aún abierto de par en par. Apoyándose hacia delante, mencionó sin titubear:
    - El año pasado, cuando estuviste tan rara y distante…- miró un momento el suelo, aclarándose la garganta antes de proseguir.- Era Madison, ¿verdad?
    Despegué los ojos del papel y mostré con mi expresión la fuerte aversión que sentía al escuchar ese nombre. Paige no sucumbió ante mi mirada y no retrocedió, sino que continuó hablando en la misma postura.
    - Le hizo cosas a Julian también, ¿no?- preguntó mostrando seguridad en sus palabras.- Una vez vi marcas debajo de su capa.
    - Madison cruzó la línea.- afirmé, tirando el papel encima de la mesa.- Y podría haberlo estropeado todo.
    Nos quedamos observándonos un instante, yo sumida en mis truculentos recuerdos y ella tratando de descifrar que pensaba. Si alguien supiera las penas, el dolor, la locura de la que había sido cautiva durante varios meses… Entendería porqué había cambiado.
    De golpe sonó el reloj de cuco de la sala, indicando que eran las once en punto. Ninguna de las dos se asustó por el repentino sonido, pero Paige sí que se decidió por recoger el libro y levantarse del sofá.
    - Será mejor que te vayas yendo.- exclamó ella ya incorporada.- No es plan de llegar tarde en Año Nuevo.
    Me levanté también después de ella, cogiendo en el proceso mis pertenencias. Con el abrigo debajo del brazo y el bolso ceñido sobre mi hombro, me puse frente a frente ante Paige para despedirme temporalmente.
    - ¿Nos vemos en el local?- pregunté yo.
    - Claro, a las 00.45 si todo va bien.- respondió Paige sin dejar salir en ningún momento una sonrisa.- Y qué lo pases bien en la cena.
    - Eso ya lo veremos.- respondí yo, riendo quedamente. Tras dejar el libro en su correspondiente estantería, me acompañó hasta la puerta y me disipé en la noche.
    __
    Alguien había derramado vino tinto sobre la mesa, pero a nadie parecía importarle. Mi hermano sentado en la misma mesa que yo recostado mirando con diversión a los demás y charlando con Elaine. Mi madre bailaba al son de un tema de los sesenta, meciendo las caderas con sublime coordinación. Mi padre no dejaba de observarla embelesado, pero no se atrevía a acercarse y unirse a ella. Kida se servía su décima copa de champagne mientras hablaba con mi padre sobre las propiedades medicinales del brócoli. Erick estaba borracho como una cuba y solo musitaba improperios, pero Elaine proseguía con la cháchara con mi hermano.
    Habíamos comido un festín y yo notaba como se revolvía el pavo relleno en mis entrañas. Solo quería vomitar, pero me contuve para no escandalizar a nadie. Tras cenar, gritar “Feliz Año Nuevo” al llegar media noche y brindar como locos, no había sucedido nada más interesante en aquella comida familiar.
    Miré de nuevo el reloj que yacía pendido de la pared y al ver la hora me dirigí a mi madre.
    - Me voy ya.- exclamé, colocándome bien el vestido ajustado y cogiendo mi bolso del colgador.
    - ¿Con quién ibas?- preguntó ella, dejando de bailar para concentrarse plenamente en mí. Era mi primera vez saliendo en Año Nuevo y eso le generaba preocupación.
    - Paige y Yuli.- respondí.- No volveré muy tarde.
    - Más te vale.- dijo ella aún con el ceño fruncido y mostrando severidad en su rostro.
    - ¡Pásatelo muy bien hermana! - dijo Kida des del sofá, incorporándose levemente y haciendo que mi padre soltará un grito por el cambio de peso sobre su cuerpo.
    Yo me despedí de todos, dando besos y abrazos por doquier. Una vez en el portal, calzada con mis tacones de aguja y con la seguridad de que todo iría sobre ruedas, volví a esfumarme de mi vecindario con ayuda de mi magia.
    __
    El conglomerado de personas que se encontraba en aquel local no se podía comparar al número que había visto en otras ocasiones: la asistencia en verano parecía una miseria si se ponía en relieve la muchedumbre que había en Año Nuevo. El aforo estaba completo de sobras pero el segurata no se contenía de dejar pasar a más personas… Entre ellos nosotras. A Yuli se le veía notoriamente emocionada, con su cazadora metalizada y su conjunto de dos piezas oscuro. Paige mantenía el semblante inexpresivo, sin inmutarse cuando un hombre le rozaba el hombro o una mujer le barraba el paso sin querer. Tan solo los apartaba con poca delicadeza de su camino y seguía adelante.
    Una vez llegamos a la pista de baile, empezó a sonar Rhythm is a dancer y la alegría de Yuli tan solo augmentó por ello. De forma desenfrenada, danzaba con movimientos imprecisos, haciendo que muchos pusieran sus ojos en ella y la señalaran sin discreción. Paige y yo, manteniendo nuestra postura severa, decidimos retirarnos de allí y dirigirnos a la zona cercana a la barra. Como era de esperar, un gran número de hombres se arremolinaban alrededor de ella. Paige intentó decir algo, pero la música era tan estridente que no pude escucharla. Sin esperar instrucciones o intentar comprenderla, saqué levemente la varita de su escondite y lancé el hechizo que había aprendido con anterioridad a aquellos hombres.
    Una vez los imperceptibles destellos anaranjados colisionaron contra ellos, sus rostros se suavizaron y pareció que irradiaban alegría por todo su cuerpo. Sin perder tiempo, Paige se presentó a uno de ellos afirmando que se llamaba Natasha. Este sonrió de forma bobalicona y tan solo pudo responder “Natasha…”. Yo también tomé la iniciativa y hablé con un sujeto al que tan siquiera pregunté el nombre. Sin esperar demasiado para hacer mi próximo movimiento, le pedí al hombre que me diera su cartera y él lo hizo sin pensárselo. Me tendió una billetera de piel sintética y tras revisarla se la devolví sin billetes. Después le indiqué que me iba al baño a retocarme y él asintió, aún perdido en su propia nube de empalagoso amor. Viendo que Paige ya había cumplido su misión, me dirigí al próximo objetivo. El siguiente era un chico alto y de tez morena. Como era mi tipo, aproveché para pasármelo bien. Tras dos o tres besos, también me dio su cartera y con un beso lleno de picardía me despedí de él. Él insistió en llevarme a casa, pero yo rechacé con vehemencia la oferta.
    Cerca de los lavabos lancé otro hechizo, pero esta vez sobre una mujer que lucía un vestido de Chanel. Tras haberla encantado, esta se dispuso a darme todo lo que llevaba en el bolso: pendientes con piedras preciosas, cadenas de oro, maquillaje caro y, obviamente, su cartera. No podía entender como todos aquellos palurdos llevaban tantos objetos de valor en un espacio tan concurrido, pero yo acepté agradecida todos los “presentes”.
    Y así pasé media hora entera, yendo de persona en persona y obteniendo alguna recompensa con ello. Tras acabar la primera ronda había estado con quince personas y había obtenido en metálico por lo menos mil libras. Una vez recorrí todo el local, me crucé de frente con Paige.
    - ¿Qué tal?- pregunté, acercándome a su bolso para revisar. Como yo, veía múltiples billetes y monedas guardadas en él.
    - He estado con unos catorce.- respondió, sacando dos billetes para demostrarlo. Ambos eran de cien.- Has encontrado una mina de oro.
    Tras decir aquello nos reímos ambas con malicia. Había sido lo suficiente ingeniosa para pensar en ese local exclusivo y prestigioso de la ciudad, alejado de donde vivíamos pero totalmente provechoso para nuestros fines.
    - ¿Quieres que sigamos?- preguntó Paige.
    - Por mi sí.- respondí sin dudar.
    Una vez volvimos entre la muchedumbre, un hombre alzó repentinamente la voz y se empezó a dirigir hacía mí. Yo hice el amago de retroceder, pero el muchacho de tez morena intervino antes de que se acercará mucho más el otro. Al pararlo me miro de hito a hito y comenzó a discutir con el otro barón, afirmando que yo era de él. A la discusión se unió la mujer de Chanel, que no dejaba de soltar insultos a cada oportunidad. Muy fina, sí, pero la boca muy sucia.
    Faltaron pocos segundos para que las doce personas con las que también había estado se unieran a la riña y así empezará inesperadamente una batalla campal. El hombre moreno tomó una silla y la arrojó contra el primer hombre de la noche. La mujer también se atrevió a agarrar del pescuezo a un muchacho que se encontraba cerca de ella.
    La multitud se sumió en el pánico, sin saber el porqué de aquella repentina y multitudinaria pelea. Algunos gritaban y animaban a los que se pegaban, otros trataban de salir por piernas del local. De entre la multitud asustada vislumbré a Yuli, que se estremecía en su lugar mientras observaba como una de mis pretendientes atizaba a otro con su bolso.
    Paige se acercó rápidamente hacía ella, tratando de no llamar la atención de nadie y la tomó de la mano para llevársela lejos de la pelea. Uno de los camareros intentaba apaciguar los ánimos, pero no le quedó más remedio que llamar a la policía. Viendo que todo se podía ir al garete, le hice señas a Paige y ella comprendió al instante que era el momento de esfumarnos.
    - Vámonos.- dijo Paige, aún tomando a Yuli de la mano para guiarla. Tras codearnos entre la multitud alarmada, llegamos a la puerta de salida y salimos a la calle. El segurata de la entrada, alertado por el griterío, entró en el local al irnos nosotras.
    Nos alejamos unos metros de allí, vagando por las calles desiertas hasta que escuchamos las sirenas de policía. Fue entonces cuando nos metimos en una callejuela y dejamos que Yuli se sentará en el suelo y respirará con tranquilidad.
    - Me quiero ir a casa.- exclamó Yuli en un murmullo. Se había colocado con la piernas dobladas sobre el pecho, sosteniéndolas con vigor y con temor visible en sus ojos.
    - Te acompañamos.- respondió Paige, intentando sonreír aunque pareció más bien una mueca.
    Yuli se puso de nuevo de pie tras unos minutos de silencio y calma. Cuando Paige la volvió a tomar de la mano esbozó una débil sonrisa. Sin lugar a dudas, no había sido el mejor inicio de año para ella.
    En cuestión de segundos estábamos delante del portal de su casa, despidiéndonos de ella con abrazos afectuosos y con palabras llenas de falso consuelo. Que era mala suerte lo que había ocurrido, que descansará, que no le diera más vueltas al asunto,… Y ella más o menos reconfortada entró en su casa.
    Una vez Paige y yo nos quedamos solas, dije sin rodeos:
    - Quiero ir a hacer una visita.
    __
    El aire olía a vegetación humedecida, contrastando con el artificioso aroma de nuestros perfumes. A medida que avanzábamos, los escalones crujían con cada paso. La madera no estaba bien sujeta y había puntos en la que permanecía astillada. Parecía que en cualquier momento la estructura colapsaría, como si la naturaleza salvaje fuera a ganarle el pulso a aquella pequeña zona domesticada. Una vez delante de las puertas de roble, doblé los dedos y golpeé con fuerza la madera. Los golpes resonaron con contundencia, haciendo que fuera imposible que no se hubieran escuchado al otro lado.
    Se escucharon pasos que trataban de ser sigilosos y amortiguados, pero eran delatados por el tintineo de una cadena. Cuando cesó el sonido metálico, me aparté de delante de la puerta y dejé que Paige ocupará mi lugar. Tras una pesada pausa, una voz grave musitó de forma dubitativa “¿Paige?”.
    Lo siguiente que pudimos oír fue otro ruido metálico, propio de un pestillo abriéndose. La puerta se entreabrió, dejándose ver a una mujer idéntica a mí y de cabellera caoba. Encontrándose la puerta suficientemente abierta, avancé hacía adelante, posicioné todo el peso sobre la pierna delantera y extendí el puño hasta que impactó sobre aquel rostro que yo tan bien conocida. Tras golpearla, la chica cayó de bruces al suelo. Sacando mi varita, decidida a rematarla, grité “¡Feliz Año Nuevo, HDP!” y finalmente le hice perder el sentido.
    Oliendo a tierra húmeda, cogimos el cuerpo entre ambas y entramos a la casa. Como únicos testigos, la noche y la venganza.
    __
    Había sido curiosa la progresión de la noche. Todo había iniciado con balbuceos, luego con gritos y amenazas de muerte. Después, al ver de qué pasta estábamos hechas, había tratado de seguirnos el juego en vano. Tras ello llegaron los alaridos y, finalmente, las suplicas y el llanto. Ahora Madison estaba impregnada de sus propios fluidos, llorando sin consuelo mientras Paige y yo la observamos sin clemencia. Cuando se tocaba sin querer una herida y notaba el punzante dolor, ambas nos reíamos sin contenernos. Solo le habíamos sometido a un intenso lavado de cerebro y no podía soportarlo.
    - Si hubieras sido yo en esas semanas que me substituiste hubieras muerto.- afirmé riéndome. Tras nuestras risotadas, me acerqué a la jaula en dónde se encontraba encadenada y escupí en su interior con contundencia.
    Ella tan solo respondió estremeciéndose y volviendo de nuevo a iniciar su llanto. Paige, cansada de sus ruidos, sacó su varita y la hizo callarse a la fuerza.
    Encontrándose totalmente sometida a nuestro poder, me arrodillé delante de la jaula y empecé a decir:
    - No te lo volveré a repetir. Por tu estupidez no solamente casi me jodes los planes, sino también la vida, ¿entiendes?
    Madison asintió, bajando la cabeza y conteniendo las lágrimas para no volver a recibir.
    - Bien.- seguí yo.- Quiero que desde ahora hagas solo lo que te diga, porque si no…- y con la varita entre las manos volví a retorcer por unos instantes su cuerpo, colmándola de sensaciones desagradables y terribles. Ella puso los ojos en blanco mientras sentía todo aquello y parecía no poder reaccionar.
    Cuando acabé de jugar con ella Madison dejó caer su cabeza contra el suelo y empezó a respirar pesadamente. Tratando de recobrar el aliento, abrió múltiples veces la boca hasta que dijo entre lágrimas:
    - Sí, ¡SÍ!
    Y Paige y yo nos volvimos a sonreír, sabiendo que desde ahora las cosas solo nos podían ir bien.
     
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