El sueño que comenzaba a frustrarse

VII
El sueño que comenzaba a frustrarse

Miró la hoja de papel en la que estaba escribiendo un momento antes, leyó el último párrafo que escribió y pronto su ceño se frunció en una mueca, arrugó la hoja de papel en su mano y la tiró a un lado, al otro lado de la común, cayendo tan cerca de la chimenea que podía casi ver el humo que provocaba la hoja al ser incinerada, el libro comenzaba a llenarse de pedazos de hojas arrancadas más que ser el libro que estaba tratando de redactar.

Se supone que lo tenía todo, la idea, los libros, los hechizos, había pasado por la sección prohibida a hurtadillas por poco más de información, había quedado asqueada de todas las cosas terribles que hacían los magos oscuros únicamente para poder llevar esa idea, ese libro, a más que solo un pensamiento en el fondo de su cabeza, ella realmente deseaba que las demás personas lo leyeran.

¿Por qué no solamente podía escribirlo? Estaba pasando por el octavo borrador del libro y las hojas que antes eran un hermoso cuaderno cosido no eran más que chicharrón y manchones que dejaba su tinta conforme el resultado le desagradaba, podía entender que un capítulo del libro hubiera salido mal, que la trama se hubiera desviado de donde la planeó y debió corregirlo desde el inicio para mantener una línea narrativa coherente e interesante. En cambio, estaba atascada en el primer capítulo.

El. Primer. Capítulo.

¿Qué dirían las personas sobre ella? Cuando hablara con su profesor Jean con una sonrisa derrotada y la miraran con desaprobación porque se atrevió a preguntar por conocimiento prohibido para que al final ni siquiera fuera capaz de usarlo, estaba devastada. Posiblemente mamá y papá le preguntaran por ese libro cuando volviera de Hogwarts -que por cierto, las clases en el castillo no estaban haciendo nada para aliviar su bloqueo de autora-, a pesar de verlos la mayor parte del tiempo vagando por el castillo sabía que ninguno de los dos diría algo con respecto a ello.

Su mano dolía, después de haber apuntado las clases todo el día, había llegado a usarla en la común para un nuevo intento fallido de redacción que había acabado en otra hoja arrancada. Primero ¿quien le entendería a su letra? Era pequeña aún para consultar a un editorial y publicar su libro en múltiples copias, debía escribirlo a mano cada uno? Había aprendido la runa Fehu hace poco pero eso comenzaría a crear copias deterioradas una tras otra.

Ni siquiera estaba segura de poder terminar una sola copia y estaba planeando irse a futuro, gruñó, golpeando sus puños contra la mesa y aventando el resto del cuaderno al fuego de la chimenea, se sentó enfrente, abrazando sus piernas y escondiendo su rostro entre sus rodillas para llorar en silencio. Primero fue el Quidditch, después fue el bosque prohibido, su estúpida varita, su estúpida túnica y ahora, era un cuaderno vacío que quería contar tantas cosas.

Esperaba dormir y olvidar todo a la mañana siguiente, y aunque sabía que no sucedería, anhelaba que lo hiciera. Le hubiera gustado tener el conocimiento y práctica suficiente para poder crearse a sí misma una pesadilla, una pesadilla feliz, o triste, no importaba de que tipo, siempre y cuando olvidara por un momento que estaba pasando en el mundo real.